jueves, 27 de marzo de 2008

El momento en que nos dormimos


"El segundo, medio segundo, menos de medio segundo antes del sueño, esa parcela de ilusión que nos lleva a creer que hay una frontera entre la vigilia y el sueño, ese adormecimiento que no hace sino enlerdar nuestros sentidos y dejar pasar difusamente, como de chaflán y sin voz a los deseos y a las sombras de las pasiones, esa partícula mínima de eternidad seguía intacta e inasible".

Dos días después de la dosis de anestesia (forma abreviada de significar cuarenta drogas que te meten en el cuerpo), ya en mi propia cama, leo en el libro que había buscado durante meses este fragmento que explica mi perpejidad post- operatoria. Muchas veces había estado imaginando el momento en que me estaría adormeciendo como un momento de angustia, un instante en el que sentiría miedo de no volver a despertar. Pero estar anestesiada no es lo mismo que estar dormida, ahora lo entiendo. Simplemente porque ese instante en que los sentidos se enlerdan no existe. Las drogas de la anestesia anulan ese instante de eternidad. Cruzaste el charco, pero el charco no existe. Pasate la raya, pero no la viste ni de refilón.

"Acaso, discurría yo por momentos, acaso en el paso de la vida a la muerte se pudiera calibrar la verdadera dimensión del instante y entonces veríamos lo que en la vida nos ha sido dado en secreto. Acaso toda vida, todas las vidas no fueran sino un perseguir la medida del instante que, mínima, más que diminuta,
ha de contener toda la magnitud, toda la intensidad del universo".

(Fragmentos de Doquier, de Angélica Gorodischer, Buenos Aires, Emecé Editores, 2002)

Pintura de Violeta Cincioni
www.violetacincioni.blogspot.com